Mi cabeza erguida, mis ojos bien cerrados… qué más vendrá mañana… me atormenta no saberlo, me enferma aún más no poder sacarlo de mi mente; quiero suponer mi muerte pero mi instinto grita para que sepan que aún existe.
Con una barra virgen de grafito, me inspiré y tracé parte de mis sueños; en un sendero, acompañado; bella imagen digna de una sana envidia; dichosos mis ojos que contemplaron lo sublime; desdichada mi presencia ante lo abrupta destrucción de mi gran ansia.
Ahora pienso, sin gloria escribo. Se consume y me consumo mi memoria y mi pasado. Creí olvidado pero lo tengo en frente; es muy duro y no comprendo. Los tiempos soplan, apoyan y estimulan las velas de aquellos navegantes que bien las icen, pero poco logran con los que permanecemos en tierra, solo pasa y pasa por un costado y por el otro, y yo sigo aquí, esperando. Desvanecerme sería la solución pero esa facultad no vino en mí dotada.
Nunca conté con que mi vida ya no existía sola; nunca pensé en que solo era un complemento; debí preverlo pero no lo hice. Sentí muy fuerte el golpe de aquella rabia que aún no entiendo, de aquella parte que no dio frente y solo quiso, pues sí lo quiso, hacerme daño, herir mi esencia. Yo solo espero por mí, por ya más nada; ya quiero salir sin arriar las penas… no se mañana, ni siquiera hoy; no se mis fuentes, ni donde voy.
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