domingo, 17 de abril de 2011

COMO CUANDO PENSÁBAMOS QUE ÉRAMOS IMBATIBLES.

Algún momento antes de un amanecer cualquiera

Compañero
Gral. Gómez
Ciudadano del mundo.-

Pues si, me dirijo a usted compañero de lucha; usted abandonó este puerto hace ya muchos años y envío esta carta con destino incierto, solo sé que algún momento usted ha de recibirla.
Permítame introducirlo a un mundo lleno de magia; donde las ideas convierten realidades absurdas y los sueños impulsan flotas inmensas de desolación; un paraíso desconocido por el propio Dios al cual usted tan fiel siempre le fue. Hoy su nombre se me hace contrario a lo que mi anhelo pensó que le pertenecía; hermosa historia de un lamento y un adiós; pensaría que el fuego encierra una pena, pero la verdad es que esta pena encierra un infierno.
Nunca quise atormentar su rumbo, es verdad, pero es vital que lo informe, puesto que esta lección el mundo entero debe conocerla y le guste o no, usted será el encargado de anunciarla. Cuando lo haga, lo más probable es que yo me encuentre en una etapa distinta a nuestra realidad, donde el silencio y el desenfreno conjuguen un nuevo significado a lo que hasta hoy conocemos como VIDA.

El rumbo de los hechos desecharon todo pronostico, menos el mío. Mis parpados no soportaron aquella serie de imágenes que mi mente evitaba ver; ante mi súplica por despertar jamás se me concedió esa gracia, cual hombre de piedra que repudia su estado indestructible conmemoro un día más de dolor, ajeno y desafiante, profundo y despreciable. Volvió, usted aquella vez me lo dijo, usted me contó su historia y menciono que volvería y así fue; ese monstruo en realidad era indestructible; pero sabe que, me entere que era yo quien no lo podía destruir; al igual que usted cuando lo intentó en aquella lejana ocasión… entonces ese es el mensaje que le encargo difundir, eviten el fuego cruzado, encarar y atacar, pelear con el corazón descubierto y darle la espalda a esa bestia.

Su trabajo ha regresado, olvídese del merecimiento e inicie desde este punto muerto; una vez más, aunque fuerzas ya no le queden. Compañero, amigo mío, no piense que lo que le pido es un abuso, tan solo tómelo como un deber interminable al cual fuimos predestinados antes de por primera vez ver la luz del sol, cuando la existencia aún desconocía nuestro nombre.

Su guerra es mi guerra, pero sus triunfos jamás serán míos; cuando los logre ofrézcaselos a su creador. Gracias por su amabilidad, mucho más por su comprensión. Dentro de este mundo las posibilidades existen, las fantasías no; manténgase firme que desde el momento en que usted reciba mi carta, una nueva guerra se ha de haber desatado. No olvide su historia, no olvide quien es, no olvide quien fui, adiós.

Su amigo,

Gral. Salinas, hasta cuando la vida me requiera nuevamente.

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